Había una vez, en un frío bosque del norte, un gnomo siberiano, que vivía en una cueva muy cerca de la aldea de Tam. Contrario a otros gnomos, él se dejaba ver por la gente del lugar, misma que al ignorar qué era él, lo veneraba pensando que pese a su corta estatura era un ser superior, a grado tal que muchos lo veneraban creyendo que se trataba de un dios.
Esta situación era bien aprovechada por nuestro gnomo siberiano, que entre otros gnomos de su especie era conocido como Lik, y que conservaba muchas de las características que todo gnomo siberiano que se digne de serlo, debe tener.
Además de ser pequeño, Lik era malhumorado y de facciones toscas, lo que al principio causaba temor entre los habitantes de Tam y otras aldeas cercanas por las cuáles él se dejaba ver. Pese a su mal carácter era muy inmaduro en comparación con otros gnomos siberianos y constantemente tenía desplantes con ellos, que poco a poco lo fueron separando de los demás.
Al sentirse sólo Lik comenzó a tener mayor trato con los aldeanos y se valía de los falsos dotes proféticos que algunos creían que poseía para ocultar el hartazgo que le generaba el saberse el ser de menor estatura en todo el reino.
Constantemente, Lik aparecía ante los aldeanos y despigmentados adoradores, prometiendo conocer lo que sucedería en el futuro, pero exigiendo muestras de lealtad y cariño hacia él para revelar los misteriosos secretos que cuidaba celosamente junto a sus tesoros.
Un día, reunió a los aldeanos de Tam para pedirles ofrenda a fin de dar a conocer los más oscuros secretos de la aldea de casas rojas y blancas en la que tanto añoraba vivir pero en la que aún nadie sabía de su existencia.
Dichos secretos que decía tener no existían o bien, eran desconocidos por el mismo. No obstante, en cada aparición ante los habitantes de Tam y algunas aldeas cercanas, él se relamía entre los conocimientos que su afán de protagonismo le hacía asegurar poseía.
La gran personalidad que Lik pensaba tener era tan pequeña como su estatura, y sus conocimientos eran tan falsos como los secretos que juraba tener. Sin embargo, ninguna de estas cuestiones lo detuvo en sus planes de convertirse en un ser querido y temido a la vez en todo el reino.
Todo era felicidad en el pequeño mundo de Lik hasta que una joven aldeana puso en tela de juicio los conocimientos que el gnomo siberiano, elevado por algunos hasta la divinidad, decía tener sobre los secretos de la aldea de casas rojas y blancas. Ante esto, el gnomo temió que se revelara la verdad y que tanto sus despigmentados adoradores, sus pequeños amigos, y los demás aldeanos comenzaran a dudar de sus conocimientos.
Por tanto, presa de la desesperación y haciendo uso de su influencia sobre algunos aldeanos provocó una revolución con el único fin de distraer la atención de los cuestionamientos que había en torno a él y los secretos que guardaba.
Valiéndose de un inexplicable liderazgo convocó a sus legiones de seguidores a combatir a quienes dudaban de él. Nadie se salvó de su furia y en su pequeño mundo de ciegos, él continuaba siendo el rey.
Atacó a aldeanos vecinos, a escépticos y a vegetales por igual, solamente para mantenerse como el protagonista del pequeño mundo perfecto en el que habitaba. Sus planes para conquistar el corazón de los aldeanos rindieron fruto y él había conseguido tener el respeto que tanto había deseado y con el que tanto había soñado y se regocijaba de haberlo conseguido sin tener que revelar los secretos de la aldea de casas rojas y blancas.
No obstante, el sueño de Lik de diluyó una fría noche de invierno en la que una fuerte ráfaga de viento entró a su cueva, arrasando con su tranquilidad y despertándolo a la mitad de su placentero sueño.
Desesperado, Lik cerró los ojos y trató de concentrarse en recuperar el hilo de ese hermoso sueño que vivía y que comenzaba a sentir, se le escapaba de sus manos.
Las lágrimas comenzaron a rodar por el rostro de Lik cuando no consiguió volver a dormir, y malhumorado, como solía ser, tuvo que comenzar a despedirse de ese sueño en el que sus fieles seguidores y despigmentados adoradores lo defendían a cada y espada al tiempo que le veían a él como el rey, el pequeño rey del mundo.
0 comments:
Post a Comment